Subía suave la bruma desde la cascada en mitad del bosque. Entre los árboles se deslizaba una oruga llamada Oliveria, arrastrando su diminuto cuerpo verde por una hoja enorme. Oliveria era curiosa y valiente, siempre explorando nuevos rincones de su hogar.
Un día, mientras trepaba por una rama, vio algo brillante junto a la cascada. Sus antenas se erizaron de emoción. Se deslizó rápidamente hacia allí, anhelando descubrir qué era ese objeto que destellaba.
— ¡Hola, pequeña oruga! —saludó de repente una voz ronca.
Oliveria dio un salto y casi cae en el río. Era un erizo gordito y amigable. Se llamaba Rufus y solía merodear por la zona en busca de aventuras. Sus púas brillaban con el rocío matutino.
— ¡Hola! —respondió Oliveria con una voz dulce—. Me llamo Oliveria. ¿Tú quién eres?
— Soy Rufus —dijo el erizo—. Y acabo de encontrar algo muy curioso al lado de la cascada. ¡Ven, te lo enseño!
Oliveria estaba intrigada y siguió a Rufus con entusiasmo. Al acercarse a la cascada, la ruidosa corriente cubría cualquier otro sonido. Pero allí, camuflado tras unas rocas, había un televisor antiguo.
— ¡Es un televisor! —exclamó Oliveria asombrada—. ¿Qué hace aquí?
— No tengo idea —admitió Rufus confuso—. Apareció de la nada. Pensé que tal vez podríamos encenderlo, a ver qué pasa.
Ambos miraron alrededor, buscando algún interruptor. Tras un rato de búsqueda, Oliveria señaló una rama cercana.
— Creo que podemos usar esa rama para presionar el botón de encendido —sugirió la oruga, brillando de inteligencia.
Rufus estuvo de acuerdo y, con mucho esfuerzo, movió la rama hacia el botón del televisor. Tras unos instantes, la pantalla parpadeó y se encendió.
— ¡Funciona! —gritó alegremente Rufus.
Sorprendentemente, el televisor no mostraba programas normales. En lugar de eso, una voz amable resonó desde la pantalla.
— Bienvenidos, pequeños aventureros. Han despertado el televisor mágico de la cascada. Si buscan la verdad, deben encontrar las tres esferas de cristal escondidas en el bosque. Juntas, revelarán el secreto de este lugar.
Oliveria y Rufus se miraron, emocionados.
— ¡Vamos a buscar esas esferas de cristal! —dijo Oliveria determinada.
— Sí, ¡será una gran aventura! —añadió Rufus con una sonrisa.
Juntos se adentraron en el bosque, siguiendo las pistas que encontraban a su paso. Primero, la voz en el televisor les había dado una pista: Busca donde el sol besa las flores más altas. Sabían que eso se refería al claro más soleado del bosque.
— Hemos estado bien cerca de ese claro muchas veces, ¡es por donde suelen estar las mariposas más hermosas! —recordó Oliveria con sus antenas temblando de emoción.
Al llegar al claro, encontraron una señal de flores luminiscentes en la base de un árbol altísimo. Oliveria trepó con agilidad, mientras Rufus esperaba impaciente abajo. Cuando la oruga llegó a la copa, divisó la primera esfera de cristal brillando entre las ramas.
— ¡La encontré! —gritó desde las alturas—. Aquí está la primera esfera.
— Excelente, Oliveria, baja con cuidado —alentó Rufus desde el suelo, moviendo sus púas con entusiasmo.
La oruga descendió cuidadosamente y ambos contemplaron la esfera resplandeciente. Apenas habían tenido tiempo de descansar un poco, cuando escucharon nuevamente la voz del televisor en su mente: El siguiente desafío se encuentra donde el agua canta y las rocas guardan secretos.
— ¡Debe ser alguna cueva cerca de esta cascada grande! —dijo Rufus.
— ¡Sí, claro que sí! —respondió Oliveria con sus ojos brillando de determinación—. Vamos a buscar.
Se dirigieron a la base de la cascada, donde el agua golpeaba con fuerza las rocas. Exploraron con paciencia y al cabo de un rato, Rufus descubrió una pequeña entrada oculta tras una densa cortina de musgo.
— ¡Por aquí! —dijo el erizo—. Hay algo detrás de este musgo.
Oliveria se escabulló dentro, iluminando la cueva con las luces mágicas de su esfera recién adquirida. Después de un breve recorrido, encontraron otra esfera de cristal reposando sobre un pedestal hecho de piedra antigua.
— ¡La segunda esfera! —exclamó Oliveria emocionada.
Con dos esferas en sus manos, ya sólo les faltaba una. La voz del televisor volvió a resonar: El último tesoro se esconde donde las estrellas tocan el suelo.
— Eso suena a una metáfora… —reflexionó Oliveria—. Pero, ¿dónde podría ser?
— ¡Ya lo tengo! —Rufus saltó de alegría—. Conozco una colina donde se dice que, en noches despejadas, las estrellas parecen tocar la tierra.
Subieron apresurados por la colina más alta del bosque, sus sombras sobre la hierba fresca. La noche había caído y el cielo estaba plagado de estrellas. Ya en la cima, se quedaron boquiabiertos. Una suave luz resplandecía desde un arbusto repleto de pequeñas luciérnagas.
— ¡Ahí es! —señaló Oliveria.
Revolvieron con cuidado el arbusto y, entre las pequeñas luces vivientes, hallaron la tercera y última esfera de cristal. Ahora, con las tres esferas reunidas, estaban listos para descubrir el secreto del televisor mágico.
— Deberíamos volver a la cascada donde empezó todo esto —sugerió Rufus.
Se apresuraron de vuelta al televisor, que estaba esperándolos, parpadeando suavemente con colores vibrantes. Colocaron con cuidado las tres esferas frente a la pantalla y, de repente, un rayo de luz envolvió todo a su alrededor. La cascada brilló y sus aguas comenzaron a fluir más cristalinas que nunca.
— ¡Gracias por liberar el espíritu del bosque! —dijo la amable voz del televisor—. Han desbloqueado la magia que protege este lugar. Ahora, la cascada fluirá eternamente pura, y el bosque estará en armonía por siempre.
Oliveria y Rufus no pudieron estar más felices. Habían descubierto un mundo mágico escondido en su propio hogar y se habían convertido en héroes.
— Fue una aventura increíble, Oliveria —dijo Rufus con una amplia sonrisa en su hocico—. Y hacerla contigo la hizo aún mejor.
— Lo mismo digo —respondió Oliveria, deslumbrada con la emoción del momento—. Juntos, somos invencibles.
Y así, con sus corazones llenos de alegría y satisfacción, el héroe oruga y su valiente amigo erizo se quedaron contemplando la majestuosa cascada, sabiendo que siempre podrían contar con el poder de la amistad y la magia del bosque.