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La oveja aventurera y la mariposa mágica en el lago encantado

Una espesa niebla cubría el valle como un manto gris y denso, cuando la oveja Oliva decidió acercarse al lago cristalino, aquel que tanto le habían recomendado y del que ella siempre había querido explorar. La curiosidad le bullía en su lanudo y suave cuerpo, y sus pezuñas ansiaban rozar la frescura del agua que se decía guardaba misterios y maravillas. Pero Oliva, movida por la complacencia del sol, había postergado esa aventura durante días.

Al acercarse al espejo de agua, una vista majestuosa se desplegó ante sus ojos: el lago era más hermoso de lo que jamás había imaginado, reflejando el cielo azul y las nubes de algodón. Miles de flores bordeaban la orilla, y las mariposas revoloteaban como pequeñas preciosidades aéreas, pintando el aire con sus colores brillantes.

Oliva avanzó con cautela, dejando que el aroma del campo impregnara sus fosas nasales y la asombrosa vista deleitara sus ojos. Encontró una boya flotando solitaria en el centro del lago, y su forma redonda y roja sobresalía como un invitante tesoro por descubrir. Decidida, dio pasos firmes por la orilla hasta llegar a una pequeña península desde donde las mariposas parecían guiarla con sus encantadores vuelos.

— Hola, soy Maripié, la mariposa del arcoíris —saludó una voz suave y musical, sacudiendo el aire con sus delicadas alas multicolores.

Oliva, asombrada, giró su cabeza llena de lana y encontró a Maripié, una mariposa de generosos colores posada en una flor violeta.

— ¡Hola, Maripié! Mi nombre es Oliva, la oveja aventurera. ¿Tú también amas este maravilloso lago?

— ¡Oh, claro que sí! Este lago es un tesoro de secretos. Mis amigos mariposas y yo pasamos mucho tiempo aquí explorando y admirando su belleza. Pero dime, ¿qué te ha traído hasta aquí? —preguntó Maripié curiosa mientras giraba en el aire y aterrizaba delicadamente en la nariz de Oliva.

— He oído historias sobre lo maravilloso que es este lugar y hoy decidí no postergar más mi visita. Quiero descubrir todas sus maravillas antes de que un nuevo día se convierta en otra promesa vacía —respondió Oliva con determinación.

Maripié asentó con su pequeña cabeza, comprendiendo el propósito de la oveja. Recordaba la vez que ella misma había decidido posponer una danza de colores solo para ver desaparecer un atardecer sin desplegar su magia.

— Ven, sígueme, Oliva. Te mostraré algo muy especial. Necesitarás valentía y entusiasmo, pero será una aventura inolvidable.

Sin perder un momento, Maripié condujo a Oliva a través de un sendero de piedras que serpenteaba hacia una cala escondida. La oveja podía sentirse nerviosa pero se armó de valor y siguió a su guía alada.

Al llegar a la orilla de la cala, Oliva vio algo que casi le hizo saltar el corazón de emoción: en el agua, justo al lado de la boya, se reflejaban destellos de luces azules que parecían provenir de un mundo submarino.

— Maripié, ¿qué son esas luces azules? —preguntó maravillada.

— Esa boya señala la entrada a un reino submarino donde los peces brillan como estrellas y las algas cantan con susurros mágicos. Pero esta maravilla no se revela a los ojos de aquellos que dudan o postergan su curiosidad. Solo aquellos que actúan con decisión pueden ver más allá de este espejo de agua —explicó la mariposa mientras revoloteaba cerca del agua.

Determinada a no dejar pasar más tiempo, Oliva se acercó a la gran boya roja, su firmeza le recordaba la promesa de no posponer más sus sueños y aventuras. Con delicadeza, mojó sus pezuñas en el agua fría y vibrante, sintiendo cómo una corriente de energía corría por su cuerpo.

De repente, el agua frente a ella comenzó a brillar y un portal emergió. Sin pensarlo dos veces, Oliva saltó al agua, nadando hacia el portal con Maripié volando justo por encima de su cabeza.

Atravesaron juntos el umbral líquido y de inmediato se encontraron en un mundo ondeante y luminoso bajo el agua. Peces de todos los colores imaginables nadaban alrededor de ellos, creando un ballet mágico. Las plantas acuáticas danzaban al compás de una melodía desconocida para los oídos marcianos.

— ¡Oh, Maripié, esto es asombroso! —exclamó Oliva maravillada—. ¡No puedo creer que casi me pierdo esto por no venir antes!

— Así es, Oliva. Las maravillas de la vida esperan a aquellos que están listos para descubrirlas hoy, no mañana —sonrió la mariposa, orgullosa de la valentía de su amiga.

Pasaron el día explorando el maravilloso reino subacuático, conociendo a sus habitantes y aprendiendo sus secretos. Desde las anguilas que contaban historias antiguas hasta los corales que guardaban misterios, Oliva se sintió enriquecida y agradecida por no haber postergado más su visita.

Al caer la tarde, regresaron a la superficie del lago, donde el sol ya comenzaba a despedirse con naranjas y rosados. Oliva y Maripié salieron del agua y se tumbaron en la suave hierba, mirando el cielo transformarse en un lienzo estrellado.

— Esta ha sido la mejor aventura de mi vida —dijo Oliva, contenta y satisfecha.

— Y siempre será así cuando no postergues tus sueños. Recuerda, Oliva, el tiempo no espera, pero quienes lo aprovechan, viven en la plenitud de la maravilla —respondió Maripié con una sonrisa tierna.

Dicho esto, las amigas cerraron los ojos, sintiendo la brisa nocturna que susurraba promesas de futuros días llenos de nuevos descubrimientos y emociones. Así, Oliva aprendió la valiosa lección de actuar en el presente y no dejar que las oportunidades se desvanezcan con el sol, mientras la mariposa del arcoíris continuaba en su eterno vuelo de colores.

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