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http://El%20vampiro%20y%20la%20ardilla%20en%20el%20molino%20del%20tiempo%20-%20Una%20historia%20de%20Koalia%20stories

El vampiro y la ardilla en el molino del tiempo

En las profundidades del bosque, donde los árboles susurraban secretos milenarios y los rayos de luna apenas se filtraban, había un antiguo molino de agua. Sus paredes estaban recubiertas de musgo y la rueda giraba perezosamente con el suave caudal del río. Dentro de este molino, habitaba un vampiro muy diferente de los que cuentan las leyendas. No era amigo de la oscuridad ni se alimentaba de nada que la naturaleza no estuviera dispuesta a ofrecerle de su propia voluntad.

Este vampiro, apasionado por la mecánica y las manecillas del tiempo, había encontrado un hogar entre engranajes y rocas. Su afición eran los relojes de todas las formas y tamaños, desde los de sol hasta los de cuerda, y su mayor tesoro era un enorme reloj de pared que ocupaba la parte central de la sala principal del molino. Este reloj, con su tic-tac constante, era el corazón del lugar, y a su ritmo danzaba todo en su hogar.

La curiosa vida del vampiro dio un giro inesperado la noche en que una pequeña ardilla, con pelaje como hojas de otoño y ojos brillantes como gotas de rocío, llamó a su puerta.

—Buenas noches —dijo la ardilla con voz temblorosa—, me pregunto si podría ayudarme. He perdido algo muy valioso y he escuchado que aquí vive alguien con un talento especial para encontrar cosas perdidas.

El vampiro, sorprendido ante la visita, y sintiendo la natural preocupación que su presencia solía causar, respondió con una sonrisa tan cálida como la de un viejo reloj de bolsillo que se abre para revelar su cara dorada.

—Bienvenida al molino del tiempo —dijo el vampiro con genuina cortesía. Dime, ¿qué has perdido?

—Es un reloj —respondió la ardilla, con sus pequeñas patas entrelazadas—. No un reloj cualquiera, sino uno que ha estado en mi familia por generaciones. El último viento de otoño me lo arrebató mientras yo jugaba entre las hojas.

El vampiro, quien se sentía un guardián del tiempo, se conmovió ante la historia de la ardilla y decidió ayudarla. No era común que criaturas del bosque acudieran a él, y mucho menos para una tarea tan afín a sus interesidades.

—Te ayudaré a encontrar tu reloj —prometió—. Y quizá en la búsqueda, ambos descubramos algo extraordinario.

Así, bajo la plateada luz de la luna, el vampiro y la ardilla emprendieron una aventura llena de misterios y sorpresas. Se adentraron en el silencioso bosque, guiados por las estrellas y el suave tintineo de campanillas lejanas que parecían resonar con el mismo ritmo del gran reloj del molino.

Pasaron junto a antiguas encinas, bajo las cuales los duendes jugaban a las escondidas, y cruzaron riachuelos en los que bailaban las náyades. A lo largo del camino, la ardilla contó historias de su familia y de cómo el reloj les había sido otorgado por una criatura mágica hace mucho tiempo.

—Dicen que puede detener el tiempo para quien sabe escuchar su compás —relató con nostalgia la ardilla.

Justo cuando el cielo comenzó a clarear anunciando la llegada del alba, llegaron a un claro donde la hierba brillaba con el rocío mañanero. Y ahí, en una roca tallada por milenios de historia y cubierta de líquenes, descubrieron el reloj. Este, contra todo pronóstico, seguía funcionando, sus agujas moviéndose con determinación, desafiando al tiempo y a la naturaleza.

El vampiro y la ardilla observaron el reloj con asombro. El artefacto, de intrincada maquinaria y detalles finamente labrados, tenía grabadas unas palabras en una lengua antigua que el vampiro pudo descifrar gracias a su larga vida dedicada al estudio de lo arcano.

—Dice: ‘A quien encuentre y entienda, el tiempo será amigo y no enemigo’ —tradujo el vampiro—. ¿Qué significará?

La ardilla miró al vampiro y luego al reloj, como si intentara conectar sus memorias con las palabras grabadas en el metal. En ese instante, algo inesperado sucedió. El reloj emitió un sonido cristalino que se expandió en ondas a través del claro y, por un breve momento, todo se detuvo. Las gotas de rocío quedaron suspendidas en el aire, los pétalos de las flores se congelaron a medio abrir, y el viento enmudeció en medio de su danza.

El vampiro y la ardilla, sin embargo, permanecieron inmunes al encantamiento. Pudieron moverse y hablar, siendo testigos de un mundo pausado en un instante eterno.

—Creo que esto es un regalo —dijo la ardilla—. Un regalo de tiempo, para que podamos apreciar el mundo que nos rodea sin prisa.

El vampiro asintió con una sabiduría que parecía emanar de su ser inmortal.

—Podemos aprender mucho en este silencio eterno. Pero sobre todo, podemos aprender a valorar el tiempo que fluye, que no espera a nadie, pero que hoy nos ha concedido este momento mágico juntos.

Pasaron lo que parecieron horas explorando ese instante detenido, observando cómo la naturaleza se veía cuando el tiempo no la tocaba. Hasta que el vampiro, comprendiendo que incluso los regalos más extraordinarios deben ser usados con sabiduría, se acercó nuevamente al reloj y gentilmente giró su corona.

El encanto se rompió, y el tiempo retomó su curso. Las gotas de rocío cayeron al suelo, las flores terminaron de abrirse y el viento continuó bailando entre las hojas. El mundo siguió adelante, pero el vampiro y la ardilla habían compartido un momento eterno que los uniría para siempre.

La ardilla tomó su reloj y miró al vampiro con gratitud.

—Gracias por esta aventura, mi amigo —dijo con una sonrisa.

El vampiro asintió, sabiendo que el verdadero tesoro no era el tiempo detenido, sino los momentos compartidos con un amigo y las historias que juntos habían creado.

Desde entonces, en el molino del tiempo, junto al reloj de pared que continuaba su infatigable tic-tac, se podía ver a menudo a una ardilla juguetona corriendo entre engranajes y resorte, compartiendo con el vampiro el regalo más mágico e inesperado: la amistad. Y así, el bosque susurró una nueva historia, una historia de un vampiro y una ardilla que habían encontrado, en un molino de agua y entre los minutos y las horas, un lugar en el mundo donde el tiempo se volvía un aliado y no un enemigo.

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